Recordando la presentación del Bestiario Íntimo de Neftalí Coria.
Por María Cecilia Izarraraz Gutiérrez.

Presentar un libro es una responsabilidad que incide, entre otras cosas, en acercar a posibles lectores a una obra con la que se ha establecido un acercamiento lúdico, estético o, no tan sencillamente, literario, y tener la lucidez, claridad, intuición y conocimiento para que un auditorio pueda escucharte y decir al final del evento: ¡voy a leer ese libro! Es así que realizar un comentario sobre un libro de Neftalí Coria representa para mí un desafío, no por su calidad como escritor, evidentemente, sino por la confianza depositada por el poeta hacia mi persona y que cruza por la cercanía y el amor compartido por la palabra. En el caso de Neftalí, con el oficio de escribir desarrollado a lo largo de su vida, con su contacto con maestros de la palabra, con publicaciones de poesía y prosa así como con homenajes y merecimientos por su calidad como escritor, como poeta y narrador. En mi caso por una pasión por la palabra que ha bordeado la creación durante mucho tiempo a través de la docencia, de la interpretación de la poesía, de trabajos académicos y de la lectura, pero que apenas empieza a manifestarse desde años recientes en la escritura de poesía y narrativa.
Bueno, hablemos del Bestiario íntimo. Su portada es verde-tranquilidad y amarillo-mírame. Su imagen muestra un ave equilibrista (¿en donde tus alas, pájaro cantor?) , transitando desde un pájaro de altura sobre un hilo-texto que dice ”las palabras bajan a beber el agua de la mansedumbre”. No se por qué me cuesta trabajo entender la metáfora y me resisto a preguntarle a Neftalí porque me ha quedado claro desde hace tiempo que los poemas no se explican. Quizá me cuesta trabajo entenderla porque hablar de palabras y de agua me remiten más a la intensidad y a la rebeldía. Pero pensándolo bien la mansedumbre puede llegar a las palabras a partir de saciar la sed. Todos los tipos de sed que el ser humano pueda sufrir. Bien, nuevamente me estoy alejando de la presentación ¡y apenas voy en la portada! Que bien puedo decir con seguridad: Me gusta. Me gusta su dibujo de líneas infantiles con juego de palabras. Es libro de artista, de poeta. Es un bestiario íntimo.
Dice Santa Wikipedia que bestiario proviene del latín bestiarum, y que es un compendio de bestias presentado en volúmenes ilustrados, populares en la edad media, que describen animales o motivos orgánicos de la naturaleza y en los que en repetidas ocasiones se hace referencia al lenguaje simbólico. Entonces (disculpen, sigo en la portada) me mueve pensar en el título de este libro: Bestiario íntimo. Qué forma tan tremenda de Neftalí de comprometerse desde el nombre. Dice Lacán que el que te nombra te atrapa, sin embargo parece que el poeta es el que queda atrapado en los berenjenales de todas las bestias que su pluma (o su Mac) va reconociendo como parte de sí, de su intimidad.

Seguiré intentando que la orientación de mi comentario vaya por un camino coherente pues no me sentiría bien si en algún punto del camino el lugar en el que estemos sea como el centro de un zoológico de puertas abiertas en el que la integridad de Neftalí corra peligro (al fin de cuentas es su bestiario). La ruta trazada por el libro tiene nueve apartados, sus nueve jaulas en las que el autor trata de atrapar a las bestias. Nueve apartados desde los que cada animal asoma su cabeza, plumas, patas, ponzoñas, pieles, picos, caparazones. En cada una de ellas se descubre al observador cuidadoso, se palpa la sensibilidad, se recibe la metáfora aguda, se percibe la remembranza, se reconoce que más allá del significado preciso de “bestia” se trata de un acercamiento e identidad con el hermoso, a veces cálido y a veces terrible, mundo animal.
Su taxonomía poética, si se me permite la libertad de enunciarlo así, comprende esa clasificación en nueve grupos, y nos acerca a entes animales diversos:
1. Del agua, por su lugar de vida;
2. Del polvo, por su carácter de transitar por el suelo;
3. Del cielo, alas, alas y más alas;
4. De la intimidad, constituido por una agrupación extraña de cisnes, camaleones, tigres y , mira nada más, la sensualidad de las serpientes;
5. De la ponzoña y el veneno, en donde curiosamente el alacrán ocupa toda la extensión del texto ¿será también del tamaño de sus miedos? Pienso que es probable, porque remiten a la experiencia terrible que acerca a lo insondable y que al final se convierte en compañera de por vida;
6. De la paciencia, asumo que es así por la cualidad de la tortuga como dueña del tiempo;
7. Del canto y cielo secreto, en donde da una vuelta a los ejercicios del aire que apasionan al escritor;
8. Del pequeño cementerio, mismo que remite a los epitafios domésticos, esos cargados de nostalgia y amores, a su cementerio particular que habla de presencias que al convertirse en ausencias se llevan también un poco de cada uno de nosotros. Por último, el apartado
9. Jaula que titula del horizonte híbrido, en el que reinan diferentes ánimas, almas en pena que transitan por túneles, calles, ciudades viejas, pero también en copas de coñac y tazas de café.
Neftalí canta a la vida y a la muerte depositada en los animales, cercanos y lejanos, reales y fantásticos, con su verso libre que a veces transita por la prosa poética. Los va vistiendo de imágenes, con un uso rico de tropos, de figuras literarias, de juegos de pensamiento y les da un sentido que es de él pero que, así como es la poesía, nos permite hacerlos nuestros y darles un nuevo sentido en la lectura que hacemos de sus textos. Así nos hace vivir al lobo, el que inevitablemente me lleva a recordar a la “Caperucita Roja”, nostalgia infantil, cuando dice “Desdichado el lobo sin historias ya donde habitar”, o del gato y su nocturna vida, la hermosa imagen: “El gato lame las afiladas navajas de la noche”. O del venado: “El venado rasga el aire, y éste nunca vuelve a unir su sábana de transparencia”.
También se encuentra el brutal erotismo de la mantis, el apetito que conduce irremediablemente a la muerte pero que aún así se busca en la satisfacción total, encuentra en las palabras del poeta todo lo que tiene de terrible y deseado:
El Poeta cambia de piel
Devorada mi cabeza,
no cesa nuestro placer,
porque, antes de morir,
en otro sitio de mi, la pasión despierta.
Y cuán hermoso convierte el vuelo de las aves, cuánta presencia en su propia vida les da cuando dice.
Me han guiado los pájaros en
este peregrino andar por las ciudades
en esta pérdida del norte de mis días,
en la noche despierta y mis ojos devastados.
Me han guiado en la madrugada y el vinagre,
en la agria luz del amanecer, en la sed y el alcohol,
en la sangre ardiente de los mediodías del cuerpo.
Hasta al poco poemable zorrillo, le otorga un poder sobrehumano (¿sobreanimal?) en una imagen memorable: “De sólo ver su negrura, huye la obscuridad despavorida”.
Antes de cerrar mi comentario, me gustaría abundar en una de sus jaulas, la de la La Intimidad. En ella hace convivir a especies cuyo punto en común no es una cualidad de los animales que están en el interior, sino que se sitúa en el poeta, dentro de él, en sus ángeles y demonios internos. No es extraño que sus poemas más extensos estén ahí: el de la serpiente y el del tigre. En el poeta se funden las imágenes, se duele de la ausencia, pero también manifiesta el sufrimiento y a veces terror de la presencia. Emociones y sentimientos encontrados, terribles, agónicos, de sujeción y construcción de destino. ¿Y por qué no, si la bestia y el poeta se funden?
Nos dice del tigre:
No ha vuelto mi tigre,
Mi amado asesino,
Mi carnicero,
Mi feroz vigía,
Mi terrón de rabia,
No, no ha vuelto.
Así lo nombré por amor…
O de la serpiente:
Viene conmigo, con mi corazón
se conforma, con mi lengua
busca su palabra.
…
Duerme confiada y entonces cuido por todas partes las ventanas, por la orillas de la casa suya que soy… Voy por la noche suya, a mirar que nada interrumpa su dulce sueño.
Después de leer y vivir este libro de poemas la pregunta obligada que me hice fue ¿Cómo encerrar tantas imágenes, ideas, sueños y pesadillas, nostalgias y premoniciones en tres o cuatro cuartillas? Creo que el cometido se cumple cuando reconocemos que siempre estará presente la falta (insisto con Lacán, no puede estar ausente cuando hablamos de la palabra que rompe límites y se constituye en realidades). Y aquí la falta puede intentar lo imposible: subsanarse a partir de los oídos, de los ojos, de las emociones de los oyentes que busquen y encuentren su propio texto al acercarse a la lectura del texto de Neftalí Coria, cuando traten de introducirse en su Bestiario Íntimo. A eso les invito.

Morelia, Mich., a 11 de marzo de 2016.